A propósito de Llewyn Davis

 Lecina Fernández. Psicóloga Clínica

Es una comedia ácida, descorazonadora, marcada por la desesperanza y desolación, aunque detrás de cada obstáculo existe la esperanza de seguir viviendo.
Llewyn sueña con vivir de su música; sueña con vivir y no sólo existir. Así es como lo conocemos al principio de la película, con una posición ligeramente positiva, pero a medida que avanza la semana en la que se desarrolla la historia va encontrándose y enfrentándose a un problema detrás de otro que consiguen que desee tirar la toalla. Pero él nunca se rinde, el propio Oscar Isaac, actor que interpreta a Llewyn, dice que el personaje, en ese sentido, le recuerda a Búster Keaton, superando un obstáculo tras otro, sin rendirse nunca y eso nos hace reír y quererlo más.

Un viaje de obstáculos. Así es la vida.
A Llewyn todo se le vuelve en contra. Un obstáculo tras otro y él va dando palos de ciego sin parar. Está perdido, sin rumbo, por eso tal vez a pesar de tantos kilómetros que hace la historia es circular. Está atrapado en una crisis existencial.
La vida es un continuo de crisis biológicas que se suceden: nacer, crecer, procrear y morir. Y a éstas le acompañan otras vitales y sociales que nos sorprenden y se entretejen en nuestra historia de vida y nos afectan. El caso es ¿Qué hacemos ante ellas? “¿Qué estás haciendo?”  lee para sí Llewyn.
Junto con el personaje vemos escenas del paisaje americano, carreteras y gasolineras que me hicieron recordar los cuadros de Hopper. Esos paisajes y ventanas que en lugar de ser unas vistas hacia fuera, son una mirada  psicológica hacia el “interior”.La polaridad entre naturaleza y cultura en Hopper y en este caso la polaridad de un horizonte tan visible en el paisaje y tan invisible en el interior y vida del personaje, un destino claro hacia Chicago y él tan perdido, pero sin rendirse.

Cambios que nos cambian la vida. ¿Qué hacemos para adaptarnos?
“Antes tenía un compañero”. Ése es el gran cambio que ha vivido Llewyn. Muestro aquí dos momentos de la película que cuentan diferentes fases del proceso de cambio y adaptación de Llewyn y que posiblemente hayamos vivido en nuestra vida:
1)    Dar la espalda a lo perdido: LLewyn conduciendo el coche hacia Chicago, sin afrontar lo que ha perdido, o no permitir que su amiga cante la parte de su compañero.
2)    Cara a cara con la verdad: la escena en el Club vacío, sentado frente al gran magnate de la música, cantando para él, pidiendo su opinión, su “diagnóstico”, encontrándose con la verdad.
Los hermanos Coen abren una grieta en la pantalla por la que entramos en la América de 1961, música folk, jóvenes, bohemios y nos acercamos al personaje. Es una historia circular, empieza y termina en el mismo punto, pero el recorrido  hace que ese primer punto, por la experiencia vivida, ya no sea el mismo. Y Llewyn termina por encontrarse a sí mismo. Su resistencia nos proporciona el humor suficiente para que reconozcamos nuestra posibilidad de seguir siendo nosotros mismos ante los cambios.

 

Dirección y Guión: Joel Coen, Ethan Coen. Reparto: Oscar Isaac, Carey Mulligan, Jhon Goodman, Garret Hedlund, Justin Timberlake…Música Varios. Fotografía Bruno Delbonnel. Género: Comedia dramática. Música.